domingo, 28 de marzo de 2010

LA FIESTA ESTÁ EN LA CALLE

Río Segura, Puente Viejo y torre de la catedral desde la Pasarela Manterola. Murcia.
(Fotografía de Isabel Martínez)

Durante diecisiete días, Murcia es una fiesta.


Detalle del ángel de Salzillo. De La oración del huerto

Desde el Viernes de Dolores hasta el domingo siguiente al de Resurrección, los murcianos vivimos en la calle.

La Semana Santa es colorida y espectacular. Dos procesiones me gustan sobre las muchas que salen de las iglesias de esta ciudad barroca, mediterránea y alegre: la del Miércoles Santo, la de los coloraos -donde el regocijo se esparce por la ciudad al ritmo del desfile de más de una veintena de pasos-, y la del Viernes Santo por la mañana, la de los salzillos, -donde desfilan, una tras otra, las insignes esculturas del imaginero más grande que ha dado nuestra tierra-.
 
Escena en un jardín del día del Bando de la Huerta
(Imagen tomada de internet)
 
La semana siguiente a la de Semana Santa se celebra la de las Fiestas de Primavera. Cuando yo era una niña, hace millones de años, eran sólo los tres días siguientes al domingo de Resurrección, con tres sendos desfiles: el del Bando de la Huerta, el de la Batalla de Flores y el del Entierro de la Sardina. Desde hace ya mucho tiempo, esos tres días se ampliaron y se extendieron a una semana completa; además de hacer fiesta local el martes del Bando de la Huerta y conseguir que la ciudad entera fuera una fiesta. En esta semana lúdica, la alegría de los murcianos se esparce por las calles en un continuo jolgorio. Se suprimió el desfile de la Batalla de Flores -por clasista, según comentan-, pero las flores se abren a cada paso y alegran el paisaje ciudadano.

De la semana de la Fiestas de Primavera, para mí el día más colorista es el del Bando de la Huerta, donde la ciudad es tomada desde primeras horas de la mañana por miles de personas vestidas de huertanos. Para una persona que no sea de aquí, vivir ese día le supondrá una experiencia que no olvidará jamás.


Plaza de Santa Catalina, Murcia
(Fotografía de Isabel Martínez)
 
La plaza de Santa Catalina, adyacente a la plaza de las Flores mostraba ayer este aspecto. ¿Me quieren decir cómo me quedo en casa?
 
Plaza de Santa Catalina y, al fondo, Plaza de Las Flores. Murcia
(Fotografía de Isabel Martínez)
 
Perdonen si estos días ando negligente con mi blog y sus blogs, pero no lo puedo resistir: la fiesta está en la calle. 

miércoles, 24 de marzo de 2010

LA MÚSICA ES AMIGA DE CIBERCULTURALIA

Fotografía de Juan Manuel Castro Prieto, recogida en el blog Ciberimaginalia

Desde que entré por primera en el blog de Carmen, no he podido ni me ha apetecido salir de él. Me he vuelto adicta a su mirada lúcida sobre la realidad actual y a su lado lúdico, el que refleja en su amor por los viajes, por la fotografía, por el cine, por la música y por las artes en general.

Cuando Carmen se da un respiro en sus análisis cotidianos y se entrega al ocio, surge toda su alegría, una alegría que yo disfruto entusiasmada. De su mano, recorro remotos países, admiro hermosas o impactantes fotografías (su blog Ciberimaginalia es una delicia), degusto entretenidos documentales o magníficos cortometrajes, aprendo curiosidades artísticas de culturas milenarias, asisto a interesantes exposiciones de arte y, como bien puede deducirse, aprendo deleitándome, la mejor manera de aprender como todos sabemos.

Dentro del universo lúdico de Carmen, la amiga Ciberculturalia, existe una afición con la que se regala y nos regala periódicamente. No puede resistir muchos días seguidos sin acudir al bálsamo de la música. Esa pasión suya –que a mí tanto me hace disfrutar– es múltiple, diversa y variada. Da fe de ello su sección Músicas del mundo. Lo mismo nos obsequia con maravillosos intérpretes desconocidos para el gran público, procedentes de países africanos (Etiopía, MaliBurundiTogo, Sudáfrica, Senegal, Benin…), como con agrupaciones multiculturales donde degustar voces fantásticas (como la de la israelita Tula, que es encantadora) o con las personalísimas querencias suyas que abarcan un amplio abanico, desde la música clásica, la ópera, el jazz (Madeleine Peyroux, en una dulce interpretación de la canción de «su» Leonard Cohen «Dance me to the end of love», la relajante o la de cantautores grabados en el alma de todos (Víctor Jara, por ejemplo).

Dentro de sus particulares idilios, destacan algunos muy sonados, como el que mantiene con Chopin, que ha sido objeto de múltiples habladurías y al que aludió Ramón en su brillante entrada del martes de esta semana. Pero su pasión se desata sin freno con Leonard Cohen. Leonard es su enamorado de siempre, el regazo al que siempre regresa. Leonard es suyo (otro novio que me ha birlado esta Carmen) y se confunde con ella en un baile sin fin. Leonard vive en su interior y, en ocasiones, brota en sus escritos, porque bien sabemos que los amores son muy difíciles de ocultar.

No encuentro mejor regalo para ella que la maravillosa voz de terciopelo de su amadísimo Leonard Cohen. Ahí va, para ella por ser tan magnífica.