miércoles, 23 de febrero de 2011

EL RECUERDO PASEA POR ROMA


Coliseo
(Fotografía de Isabel Martínez Barquero)

Recuerdo aquella mañana de mayo en Roma, el paseo tempranero por la colina del Colle Opio, la bajada hacia el Coliseo, con esa luz que teñía a las hojas de los árboles de un verde que incitaba a la alegría.


Postal de Roma

No era la primera vez que estaba en la hermosa Roma y ya había rastreado con gusto por sus innumerables ruinas.


Una plaza romana
(Fotografía de Isabel Martínez Barquero)

En Roma, a cada paso se encuentran restos que sorprenden la mirada y ponen en vilo el espíritu, siempre ansioso por saber qué había sobre ese suelo concreto, qué historia guardan las piedras centenarias. Cualquier plaza puede esconder un tesoro.


Reconozco que siento debilidad por las ruinas. Donde quiera que haya viajado, han sido para mí la visita más impactante, el bocado más apetecido. Tal vez se deba a mi particular fascinación por las culturas antiguas, tal vez por el reto que tanto me gusta de implicar a la imaginación para ver en ellas el esplendor de otros tiempos.

 
Claustro de San Pablo Extramuros
(Fotografía de Isabel Martínez Barquero)

Pero no solamente de ruinas y decadencia vive el viajero y, en ocasiones, puede apetecer una sombra para resguardarse del calor. Cualquier claustro da sosiego a los pies y asombro a los ojos, más si por él deambulan individuos togados.

Detalle de mosaico en la Termas de Caracalla
(Fotografía de Isabel Martínez Barquero)

Tras el respiro, se reinicia la marcha apetecida.



Vistas tomadas desde el Castillo de Sant'Angelo
(Fotografías de Isabel Martínez Barquero)

Un castillo angélico permite la contemplación del Tiber, de algunos de sus puentes, de bóvedas, torres y cúpulas que custodian la ciudad.


Estatua de Marforio en los Museos Capitolinos
(Fotografía de Isabel Martínez Barquero)

Pero el espíritu ansía saber, remontarse a los orígenes de esta ciudad que enamora. Voy ante el Marforio parlante y le pregunto dónde puedo encontrar una historia fabulada sobre la fundación de Roma. Desde su indolencia recostada, me responde que una mujer llamada Isabel Barceló, y que se nombra a sí misma como Isabel Romana, pone los pilares del imperio en Mujeres de Roma, una bitácora donde se novela actualmente los orígenes de todo lo que contemplan mis ojos.