domingo, 22 de mayo de 2011

UN PUEBLO INDIGNADO

De vuelta de un viaje sosegado y nutricio, donde han quedado en el olvido los posos oscuros de algunas duras vivencias personales, los días se abren ante mí llenos de promesas. En medio de la preocupación por los terribles efectos del terremoto de Lorca, un auténtico brote verde nos llena de aliento a muchos. Por fin, en este país nuestro hemos salido a la calle para recordarles a los políticos, a los banqueros y a parecidos señores feudales de la actualidad que existimos, que somos nosotros quienes los mantenemos a ellos, que exigimos una democracia real ya. Me alegra esta iniciativa y me entusiasma que la pacífica «revolución española» sea imitada en un buen número de países. Somos muchos los indignados. Somos muchos los esperanzados ante las exigencias absolutamente razonables de humanos que se niegan a ser manejados como cosas en manos de otros humanos. Chillemos sin violencia nuestro descontento, reflexionemos dónde queremos ir. Sé que el poder corrompe, que los ángeles de hoy pueden ser los demonios del futuro (basta con echar un ojo a nuestra reciente historia), que las ideas no pueden acomodarse y han de renovarse en un continuo fluir. Entre todos, hemos de encontrar nuevos cauces que nos permitan volver a ilusionarnos, que nos saquen de la depresión colectiva en la que ha caído nuestra sociedad. Es hora de fijar nuevas perspectivas para nuestro futuro, un futuro que nadie tiene el privilegio de robarnos, porque el mundo no es de unos pocos, sino de todos los que habitamos en él. Nadie debe silenciarnos. Alcemos nuestra voz de forma pacífica pero con firmeza. Reivindiquemos nuestro derecho a la sonrisa.