lunes, 7 de mayo de 2012

COMPÁS DE ESPERA


De natural impaciente, arrebatado, pasional e irreflexivo, he aprendido a ser paciente, sosegada, imperturbable y sensata. No es que decidiera en un momento de mi vida ser una mujer virtuosa, no, que las mujeres virtuosas suelen aburrirse mucho y son viejas desde jóvenes. Mi caso es diferente y mi persona acata lo que la vida le impone para no estrellarse en los acantilados del descontento. Puro instinto de supervivencia, no nos engañemos. 
Ni antes ni después tiende mi naturaleza hacia la quietud o hacia la perfección, palabras y actitudes que no existen pues se rompen al nombrarlas o intentarlas. En mi caso, la paciencia es puro azote del destino, ese señor al que nadie puede recurrir, pues es imperturbable e inamovible. Muchas veces tengo unas palabras fuertes con semejante tostón, sin saña, todo hay que decirlo, no vaya a ser que se disguste y se muestre más feo e inmisericorde de lo que ya lo es. No consigo nada de la plática, pero al menos se desahogan mis impulsos.
Toda esta perorata viene a cuento de la desazón que me invade. Como autora novel que soy (qué vergüenza a mis años), estoy deseando tener mi libro de relatos entre las manos. Entiéndanlo, es mi primera publicación en libro impreso, en un libro enterito de mi autoría, que ni yo misma me lo creo, no por lo del libro, que tengo varios durmiendo el sueño de los justos, sino por la publicación por una editorial. Confiaba mi ánimo, siempre ingenuo no obstante los lustros que atesora, en que acontecería la efemérides para esta primavera, pero los dioses quieren probar nuevamente mi paciencia y será para octubre si no ocurre nada imprevisto (no respondo de mis buenas formas si ocurriera). Así que hasta el otoño habré de esperar.
Mientras tanto, he decidido pasarlo lo mejor posible, que no me luce el mundo sin la alegría. En una vida llena de esperas, una se habitúa a estas antesalas perennes y hace de ellas lugares lúdicos y confortables, incluso olvidando el motivo por el cual se encuentra allí. 
Hace un mes, tal día como hoy conocía en Gijón a Luis, del blog Closed for Holiday, que está cerrado por vacaciones, así que no se hagan ilusiones. Disfruté una jornada encantadora al lado de este chicarrón del Norte entre risas, confidencias, sidriña y más sidriña y buenas viandas de acompañamiento  (gracias, Luis, por ser como eres). No se me olvidará nunca lo bien que lo pasamos.
Ahora, como no tengo escarmiento, ando enredada con más proyectos literarios y, también, he depositado mi ilusión en este muchacho que siempre he llamado «mi niño», porque mío lo siento y como tal lo quiero. Con su equipo, ha llegado a la final de la Copa Coca-Cola de fútbol y jugará en San Mamés, Bilbao, para San Juan. No soy futbolera, pero con una criatura así me hago hincha del equipo y todo lo que haga falta. A por todas, Alberto, eres un campeón.
Por último, y dado que aún conservo un poco de vergüenza o timidez, permítanme que inaugure una nueva sección en este desalmado blog que llevará por título: Confesiones inconvenientes. Ya saben que si no me escondo un poco, no me suelto. De esta forma, como si fuera un personaje y aplicando la distorsión propia que a éstos les sienta tan bien, conseguiré hacerlo.