Me chirría en el oído la nueva moda de formación de los plurales, esa que se pasea como avanzada y nada sexista y cae en aberraciones gramaticales insufribles. Por ejemplo: antes, cuando alguien quería referirse a su descendencia, hablaba de sus «hijos» o de sus «niños» y todos entendíamos que englobaba a la totalidad de su prole sin distinción de sexo. Lo mismo ocurría cuando ese alguien usaba el término «amigos», donde se incluían los femeninos y masculinos, a no ser que puntualizara para referirse únicamente a los de sexo masculino, pues si lo hacía con respecto a las de sexo femenino, lo correcto era utilizar el término «amigas». Pero en los tiempos actuales, donde la información corre que vuela y las redes sociales esparcen la misma en círculos concéntricos cada vez mayores, como el lago donde ha sido tirada la piedra, está de moda ser redundante y mal hablado y se dice «amigos y amigas», «autores y autoras», «escritores y escritoras», «queridos todos» y «queridas todas» y así hasta el infinito. Se duplica lo que bien la lengua había unificado y se exhibe sin vergüenzas el poco rigor y la escasa cultura.
Esta mala costumbre, como tantas otras, surgió hace años en los círculos políticos. Con ella, el iluminado de turno pretendía demostrar que tenía siempre presente al sexo femenino, no fueran a tildarlo de machista, qué caray. Ahora, asombrada me quedo al advertir como cada vez se extiende más esta pésima costumbre que denota poco respeto a la lengua. Cualquier hijo de vecino, incluso instruido y dedicado a las letras, usa dobles plurales a diestro y siniestro y se queda tan campante, como diciendo: «Ahí va eso, que yo soy detallista y siempre tengo presentes a las féminas». Ay, qué pena, penita, pena, que yo sigo siendo limitada y conjugo los plurales como me enseñaron los profesores y no como prescriben los ejemplos de deferencia hacia las mujeres. Está claro que soy una desleal hacia mi propio sexo por culpa de mi apego al lenguaje, ay.
Y digo yo, para concluir y no resultar pelma: ¿por qué no defendemos también a los hombres y nos volvemos del todo igualitarios? Así, junto con «entusiastas» o «detallistas» conjugaríamos «entusiastos» y «detallistos», por ejemplo. Es sólo una muestra. Si a alguno le chirría, lo mismo me ocurre a mí con las expresiones duplicadas que ahora están tan de moda. Ojalá seamos capaces de recuperar la cordura a niveles lingüísticos y llamar al pan, «pan» y al vino, «vino».