A la vuelta de cualquier abismo,
puede esconderse la belleza.
Por muy grises que se ofrezcan los días,
siempre existen barcas que nos transportan
sin mojarnos en los fondos oscuros.
Algunas son muy veloces
y surcan los mares de la existencia en un suspiro.
Sólo la estela de su paso queda en el recuerdo.
Por doquier, el agua,
la fuente de la vida,
el líquido que mana y corre.
Al verdor alimenta y nutre,
ensalza y eleva en vertical altura.
Rodea las edificaciones
con amorosos brazos
mientras, en su remolino,
sólo se bañan los valientes.
Pero la piedra siempre vigila
y se prepara a la llamada
de las horas azules.
El tiempo no conoce pausa
y se inscribe como la sombra eterna
que nos ciñe los pasos.
Todas las imágenes han sido realizadas por quien suscribe esta entrada y están tomadas en el sur de Francia, en La Provenza: las tres primeras en los alrededores de la bonita población costera de Cassis, las tres siguientes en el pintoresco pueblecito L'Isle sur le Sorgue y las dos última en el elevado Château des Baux de Provence.
Nota.- Por si a alguien le interesa, dejo aquí los enlaces a dos reseñas recientes y muy interesantes de Aroma de vainilla: una en el blog Tengo que decirlo, de Solange Noguera, y otra en el blog El rincón de Saulip, de Pili Usan.
Agrego, con fecha 29 de agosto, una tercera y emocionante reseña en el blog Te cuento..., de Yashira.
Agrego, con fecha 29 de agosto, una tercera y emocionante reseña en el blog Te cuento..., de Yashira.