viernes, 29 de noviembre de 2013

PROGRAMA DOBLE

El título de esta entrada lo tomo prestado de los antiguos cines existentes en mi infancia, aquellos que daban sesión doble en los días festivos para esparcimiento de críos y mayores. Era un gozo acudir a sus salas y dejar que la mente se perdiera en las historias que nos narraban las películas. Entonces no gozaban de mucha resolución, pero sí de un indudable encanto que despertaba el fervor místico ante un arte que nos calaba muy hondo, pues casi vivíamos la trama dentro de la pantalla, como si fuéramos cualquiera de los protagonistas. Y puestos a elegir, escogíamos a los más guapos y buenos, claro, que todos preferíamos identificarnos con la belleza, fuera corporal o espiritual. 
 Lo mismo que los libros, el cine nos relataba ficciones y nos hacía soñar. Pero a diferencia de la literatura, donde nuestra imaginación creaba las imágenes apropiadas, el cine nos sumergía en sus imágenes llenas de personajes y lugares exóticos, muy lejanos a nuestra realidad cotidiana. En sus salas, todo era mágico, o será que los ojos de un niño dotan de magia todo aquello que cae bajo su visión, lo mismo que el espíritu infantil queda hechizado ante cualquier acontecimiento, por nimio que este sea, que no en balde se lleva poco tiempo en el mundo y todo es motivo de asombro admirado y de aprendizaje diligente y no costoso, ese que se opera a través de los poros de la piel sin esfuerzo alguno.
Entrando en materia, que me enrollo como las persianas, uso la expresión «programa doble» porque esta semana que concluye he tenido la inmensa suerte de que tres microrrelatos de mi autoría sean leídos en dos programas de radio:
- Dos de ellos, «Decisión solitaria» y «Volver a empezar», en el programa titulado Letras en audio, dirigido con gran sensibilidad por Miren Asteinza, Nerim, y emitido en Rosario, Argentina, a través de «El mundo en voz», programa número 12, dedicado en exclusiva a la lucha contra la violencia de género. Aquí os dejo el enlace por si a alguien le interesa escucharlo, cosa que recomiendo vivamente.
- Y el tercero, «La muerte limpia», en el programa La radio en colectivo, emitido por Mislata Radio, Valencia, programa número 51, dedicado al cuerpo humano. Aquí dejo el enlace por si hacéis ganas de ir hasta allá, lo que aconsejo con pasión, pues la altura literaria del programa es digna de dedicarle nuestro tiempo.
En fin, que mis micros andan de acá para allá tan campantes, sin problemas ni muros, abriéndose camino a través de las ondas. Será cierto aquello que vaticinaban de que este siglo que hemos estrenado es el de la brevedad (me sonríe Italo Calvino desde una balda de la librería y desde una entrada antigua de este blog). No hay más que ver cómo se fomentan las mini ficciones de todas las especies en todos los medios. Y cómo proliferan páginas dedicadas al género, como la de los amigos del blog Esta noche te cuento, destinado en exclusiva a micros de hasta 200 palabras; blog que en estos días ha superado el millón de visitas, por lo cual felicito a sus administradores efusivamente. 
       Me parece magnífico este auge, pero me apena cuando me acuerdo de extensiones más largas, como los relatos clásicos o las novelas, que definitivamente se van a convertir en un reducto donde se ampararan espíritus lectores de fondo, esos a los que no les asustan un buen número de páginas. Pero no me quejo, que algo es algo, y bienvenido sea todo este apoyo mediático hacia las hiperbrevedades; vivimos en una sociedad de prisas que las potencia y ensalza. Incluso el medio que ahora mismo uso, el blog, se prenda de su inmediatez y de su ligereza, lo que no excluye la profundidad de los textos. Los tiempos actuales armonizan con los microrrelatos, aunque algunos, entre los que me hallo, nos dediquemos también a escritos de mayor longitud y complejidad narrativa (ojalá me los leyeran como me leen los micros, ojalá, que qué tremendo es escribir y escribir, dar lo mejor de una misma para que llegue a pocos ojos).

jueves, 21 de noviembre de 2013

LA INSPIRACIÓN, ESE BENDITO ESTADO

Si este blog fuera mi diario hoy le contaría que apenas tengo tiempo en mis ratos libres para otra cosa que no sea la escritura. Realmente absorbida en varios proyectos que me llevo entre manos, pasan las horas y los días sin que apenas me dé cuenta. Supongo que no es preciso que exprese que me siento feliz, pues nunca lo soy tanto como cuando escribo. Debe ser una especie de alteración neuronal la que hace que mi mayor gozo se halle en las pantallas blancas que van poblándose de letras, sin dejar muchos huecos al vacío. 
Está claro que no pertenezco a esa estirpe de escritores que viven la escritura con dolor. Para mí el dolor surge cuando no escribo, cuando me aterro por pensar que mi cauce se ha secado y nunca más vendrán vidas a poblarme. Qué dura es entonces la existencia, cómo se oscurece todo a mi alrededor, cuánto me mustio y me achico. Por fortuna, siempre he emergido de esos pozos de apatía indeseables. Y cuando entro en una fase dorada, hermosa como la de ahora, plena de significado, letras e ilusiones, me apena salir del ordenador, tener que comer, dormir y hacer las labores cotidianas que la vida nos asigna a todos.
En estas ando, por no decir en las nubes, como muchos ya habrán calificado sabiamente. Entregada y llena de pasión, me olvido del mundo para entregarme a él de otra forma, ya que lo moldeo a mi modo y me lo hago comprensible. Es un proceso absorbente y muy gratificante para mí, pleno de empuje, poblado de misterio. No sé definirlo con exactitud, aunque sí sé que «quien lo probó, lo sabe», tal y como decía Lope de Vega en su famoso soneto sobre el amor.
Entre las inspiraciones que han decidido no darme un respiro para mi gratitud eterna, un pequeño viaje cercano y algunos asuntos familiares impostergables, me he olvidado de este Cobijo y de todas las dulces almas que lo pueblan y me pueblan. Así que aquí llego con estas torpes líneas a hacer acto de presencia. No prometo nada, que estoy en estado angélico como bien podrá observarse. Además, las promesas nunca me han gustado y son ridículas en determinadas circunstancias, esas donde un río muy caudaloso nos lleva. Bastante tenemos con remar y disfrutar el paisaje.

Y qué mejor conclusión para esta entrada que cuatro versos magníficos de la «Glosa a lo divino» de aquel que fue un medio fraile entrañable, Juan de Yepes Álvarez, conocido por todos como San Juan de la Cruz, un poeta imprescindible y de mi máxima querencia:
Por toda la hermosura
nunca yo me perderé,
sino por un no sé qué
que se alcanza por ventura.
Todas las fotos han sido realizadas por quien firma esta entrada.

sábado, 9 de noviembre de 2013

CRECEMOS, PERO NO NOS MULTIPLICAMOS

Como escribía hace poco, estoy en época de aniversarios. Concretamente hoy, nueve de noviembre, se cumple un año de la primera presentación pública de mi libro de relatos Linaje oscuro, un libro que me está dando grandes satisfacciones, tanto de crítica como de lectores. Pero no hablaré de mis libros, publicados o no, aunque sean mi vida, mi pasión y el horizonte cotidiano de mis horas; parece que no agrada demasiado, aunque no entiendo la causa, pues bien anuncio que soy alguien que escribe, y quien escribe llega a formar libros. Casi me callo las ganas de hacer algún chiste incluso, pero la prudencia impone el silencio y la generosidad el trenzar palabras para la lectura gratuita y no comprometida con una autora que lleva ya cuatro décadas y un lustro de escritura a sus espaldas. Eso sí, la que aquí escribe se decidió a luchar por sus letras un poco tarde, justo hace cuatro años, así de imbécil es.
También hoy se cumplen cuatro años de la existencia de este blog, un Cobijo deslenguado, anárquico y bastante autosuficiente, que va por su cuenta y riesgo cuando yo no estoy con ánimos de muestreos externos. Porque no siempre está una igual ni es maravillosa todo el rato ni desalmada de continuo. De todo hay y cualquiera bien lo sabe, pues aquí todos participamos de la misma naturaleza humana, aunque escondida tras la técnica y los colorines cibernéticos pueda parecer divina.
Pasaron los días de luchas con este Cobijo compañero, aquellos en los que se amotinaba frente a mi inacción. Ahora hemos crecido ambos y no nos pedimos la luna, el sol o las estrellas. Somos lo que somos y llegamos hasta donde llegamos. El tiempo es finito y son muchas las tentaciones y reclamos de esta nueva era donde la comunicación global nos conecta a todos y nos abre el mundo cada mañana en la pantalla del ordenador. Al principio, ingenuos, suponemos que llegaremos a todo, que podremos con las decenas de redes sociales, el trabajo, la familia... Pronto comprendemos que es imposible; entonces nos dejamos guiar por la apetencia del momento y no es malo. Esto es ocio y el ocio es libre. Que cada cual vaya donde quiera, cuando quiera y como bien le plazca, que yo hace ya tiempo que lo hago. No paso lista ni me gusta que me la pasen. Eso sí, diré que a lo largo de cuatro años ocurren muchas cosas en estos escenarios virtuales y aparecen y desaparecen amigos con una facilidad pasmosa. Mientras crecen los contactos, todo parece rodar sobre ruedas; pero, ay, cuando desaparecen fulanito, menganita o zutanito, ay... Me refiero a esas personas con las que nos hemos encariñado, que han contribuido con su comportamiento a que así sea y, de golpe, desaparecen sin explicaciones ni misericordia hacia nosotros, que nos quedamos contritos, pensando qué mal les habremos hecho, qué ofensa le habremos asestado a quien antes tanto nos quería. Sinceramente creo que esta pérdida es lo más doloroso a lo que nos expone la actual realidad virtual, al menos para mí. Quizá es que debemos acostumbrarnos a esta nueva forma de relación y que las personas que se nos han metido en el alma desaparezcan sin ninguna causa aparente. Ya digo que esto es lo que peor llevo, lo que más me hace sufrir, por lo que procuro ahora ser más distante, que no soy masoquista, la verdad.
Pues dicho lo dicho, e incluso expuestas las ausencias que me duelen, no me queda más que irme con la música a otro lado. No es que me vaya del blog, no. Por aquí seguiré como hasta ahora: cuando me apetezca y pueda. Como soy curiosa, también me meto por otros corrales, como Facebook, Twitter o los blogs donde me gusta colaborar; pero no alcanzo a la totalidad del campo, por lo que se me escapan Google + (con la cantidad de personas majas que hay por allí), Linkedin y muchas más redes en las que ni he entrado por razones obvias: internet tiene su tiempo y la vida el suyo. O lo que es lo mismo: no me multiplico ni tengo asalariados que estén por mí dando caña en las redes, que aquí todo es artesano.
Os abrazo a todos y cada uno de vosotros con toda mi gratitud por leer las torpes líneas trazadas y brindo con este Cobijo por haber sido capaz de mantenerse en las ondas pese a todas las tormentas que ha sufrido.

La primera foto es del lunes 4 de noviembre y fue tomada por Mariano Sanz Navarro en la cafetería Zalacaín de Murcia.
La segunda foto es del 12 de junio y fue tomada por mi marido, Andrés, en la abadía del Mont Saint Michel.

martes, 5 de noviembre de 2013

LUIS CERNUDA


Hoy, cinco de noviembre, se cumplen cincuenta años de su muerte y son muchos los homenajes que está recibiendo el magnífico poeta Luis Cernuda. Desde aquí me sumo con gusto a difundir los versos de este grandísimo poeta, a quien tanto amo. 
     Sufrió lo indecible en los últimos años de su vida, así que me alegro de que su obra siga viva entre nosotros, palpitantes sus versos, cercanas y certeras sus palabras. 
     Pero lo mejor es que yo calle y él se exprese. Podrían ser muchos los poemas que transcribiera, pues fueron muchos los que se quedaron grabados en mi espíritu para siempre y acompañan mis días desde la juventud. Pero es necesario constreñirse y aquí van un par como muestra:


DESDICHA

Un día comprendió cómo sus brazos eran
solamente de nubes;
imposible con nubes estrechar hasta el fondo
un cuerpo, una fortuna.

La fortuna es redonda y cuenta lentamente
estrellas del estío.
Hacen falta unos brazos seguros como el viento,
y como el mar un beso.

Pero él con sus labios,
con sus labios no sabe sino decir palabras;
palabras hacia el techo,
palabras hacia el suelo,
y sus brazos son nubes que transforman la vida
en aire navegable.


(De Un río, un amor)



Y de Los placeres prohibidos tenemos este hermosísimo poema en la voz del poeta.