Esta mañana me levanté de buen humor, como casi siempre lo hago. Me lavo la cara, las manos y salgo flechada para la cocina. Un buen café (el único del día), con algo de leche y una tostada, son el pasaporte para la jornada. Me encanta el aroma del café mezclado con el del pan tostado. Es como si la casa se llenara de vida con esos olores.
Todavía no había salido el sol y yo ya había salido de la ducha. Y ahí empezó la evidencia que me lleva embutida durante toda la jornada. Como el clima de Murcia es cálido, hasta ahora no había atacado la ropa de invierno; pero hoy se me antojó colocarme un traje. Más que antojo fue el producto de una reflexión: «Como andas redondeándote por las cuestiones hormonales, más vale que te coloques ese traje que te quedaba tan holgado». Y dicho y hecho, pero... Los pantalones muy apretados, la chaqueta ni me cierra... ¿Y las camisas? Con la tercera que me coloqué, cupo esta humanidad mía que se expande sin misericordia. Y así y todo, aún he de tener cuidado de no estallarle los botones al sentarme. Conclusión: si esto me queda así, y de esta guisa voy al trabajo para mi vergüenza, ¿qué haré con el resto de prendas?
Al mediodía, y antes de volver al trabajo, me meto en unos grandes almacenes dispuesta a darle un buen viaje a mi tarjeta bancaria. Tras la prueba de cinco prendas, he acabado con una camisa que me hago la ilusión de que me favorece. Me hubiera gustado comprarme algo más, porque odio ir de tiendas y aún más probarme trapos, pero... Me conformaré con mi recién adquirida camisa y con mis intenciones de no sobrepasarme en la mesa.
Los cincuenta son terribles. Me recuerdan mis años de adolescente. Igual de difícil vestirse en ambas edades.
Son terribles los cincuenta,los veinte,los treinta,los quince....cada edad tiene sus más y sus menos o sea que no te preocupes y piensa que cuando tengas sesenta dirás:que felices eran los años cincuenta.De todas formas la dieta mediterránea seguro que te ayudará, sobre todo estando en Murcia....
ResponderEliminarLlevas razón, anónimo. Cada edad es terrible, pero preciosa. No he pasado por ninguna que no me gustara, que no me dejara algo positivo. Cada aparente problema es tremendo, aunque bien sabemos que no es para tanto. Lo enseña la vida.
ResponderEliminarSólo intentaba ironizar un poco. ¿A que me entiendes?
Y muchas gracias por tu comentario. Me ha hecho mucha ilusión.
Pues yo te veo muy guapa, la verdad. Un beso, Yaiza
ResponderEliminar¡Ja, ja, ja! Gracias, Yaiza, y perdona por laa onomatopeyas. Es que me ha hecho gracia tu comentario. ¡Cómo somos las mujeres! Tendremos que reinventarnos o, bien, nos dejamos como estamos, que tampoco pasa nada. La mitad del cielo. Y a quien no le guste un cielo partido, que se vaya a un infierno entero.
ResponderEliminarY, ahora, en serio. Bienvenida a esta casa. Un beso.
Un café y una tostada, rememorar el sueño, el silencio de la mañana (cuando aún la casa entera duerme) y pasearse por las primeras entradas de los blogs que van apareciendo en tu vida... esos son mis buenos momentos matutinos.
ResponderEliminarY luego está el silencio de la noche, que propicia la lectura de un buen libro.
De la ropa que no entra, mejor no hablo, digo yo que nuestra humanidad podría expandirse así como más etereamente, no?
Un beso
Raticulina, ¡qué comentario más delicioso!
ResponderEliminarCompartimos el gusto por ir a las primeras entradas de un blog, conocer a la persona, palpitar con su crecimiento.
Creo que vamos a ser muy buenas amigas.
Un beso.
Isabel,
ResponderEliminarme gusta tu forma de ver la vida, y de expresarla.
Desde hace un tiempo merodeo por tu blog y hasta ahora no me había decidido a enviarte un comentario...
Sí, los cincuenta son terribles y también me recuerdan a la adolescencia, en todos los sentidos: es un renacer y, en cierto modo, un redescubrimiento del cuerpo,
un abrazo,
Pepa
Pepa, muchísimas gracias por tu comentario, por tu cercanía, por tu calidez, por tu complicidad... Me resulta alentador que personas como tú me lean en silencio y pueda llegarles con mis palabras.
ResponderEliminarY sí que son los cincuenta como una segunda adolescencia, un absoluto alboroto hormonal.
Ahora, ando más contenta con el aspecto exterior, pues parece que el cuerpo se ha asentado y lo mismo que cogí algunos kilos ahora los voy perdiendo poco a poco, me deshincho por fin, y sin régimen ni pamplinas torturadoras.
Un abrazo y gracias por leerme. Espero que te animes a comentar cada vez que quieras, que aunque ahora no contesto los comentarios (son muchísimos y poco mi tiempo) los valoro muchísimo.