La constelación de Andrómeda es una explicación mitológica de la vida y de la muerte, un recorrido por la enfermedad, ese estado del cuerpo que aboca al alma a abismos metafísicos, a asideros de acción y a intenciones renovadas en las creencias propias de la autora.
Su constelación es un canto a todos los seres vivos que, con su sola existencia, la salvan, así como aquellas otras pasiones por las que la autora apuesta fuerte. Los seres son estrellas que la iluminan: las flores, los minerales, las bestias, los niños y los artistas. Las pasiones son estrellas que la sostienen: los amores de personas queridas y las batallas (y sus instrumentos para afrontarlas).
El poema con el que arranca el libro es de una gran carga emocional, hermoso como los terribles ángeles de Rilke. Alberga una auténtica explicación del miedo. La salud frágil incita a la plegaria, a la oración que eleva una voluntad firme que confía en el poder del ánimo contra todas las enfermedades. La enfermedad como origen del universo literario de este libro. La enfermedad, también, como origen de su magnífico blog Pájaro de China. La canción de Patti Smith a la que se aferró como a un crucifijo. («Y no me concedas el perdón, / si elijo refugiarme en el silencio»).
Pero Mariel no está sola en el dolor. Como ella misma dice. «Ciertos muertos viven en mi vida y hasta logran salvarla. / No sólo sobreviven sino que evitan mi desaparición». La poeta habita en un universo paralelo poblado de arte, música, cine y literatura («Inagotables compañeros de ruta / que me provocan, me calman y me acunan. / Miro hacia mis costados. Creo que estoy sola. Pero no.»).
Mariel Manrique alza su espada defensora («Elegí la palabra como elige la espada un samurai»), y triunfa en la batalla. Vence. Mariel vence y nos convence con su verbo.
Deseo dejar aquí hablar a la poetisa con un poema de su libro, un poema narrativo que me gustó especialmente. No me demoro más. Mariel toma la palabra:
Los suicidas de Islandia
Cuando comenzaron las noches polares,
descubrieron que tenían todo en casa.
Afuera los zorros asolaban las ovejas y el viento azotaba las bahías.
Afuera todo era desiertos y glaciares
en un país de sombras obstinadas.
Rápidamente rescataron del estante más alto del armario
las cajas de rompecabezas con sus miles de piezas diminutas.
Pasaron meses reconstruyendo la boda de los Arnolfini.
Primero la lámpara encendida, los zuecos de madera y el perrito.
Después, la enigmática firma de Van Eyck
y la convexidad insondable de ese espejo
que les consumió tardes enteras
hasta que lograron (o pretendieron) descifrarlo.
Parte del invierno transcurrió
entre la devoción por la miniatura y el detalle doméstico.
Tocaban el violín intentando dar con su alma,
que es física y palpable.
No queda exactamente en el centro del instrumento.
Regularmente resucitaban el piano,
improvisando sobre las viejas partituras.
Se tiraban sobre la alfombra cerca de la estufa a leña,
con la cabeza apoyada en las palmas de las manos,
a viajar por álbumes de estampillas
o revisar su colección de juguetes antiguos.
Proyectaban películas mudas e inventaban los diálogos,
convirtiéndolas en películas nuevas.
Sustituían las escenas en blanco y negro
por imaginarias escenas en colores.
Suponían que un vestido verde lo hubiera modificado todo,
o un sombrero de plumas de arco iris.
Jamás habían visto un arco iris,
porque no habían asistido a la lluvia ni al sol que la sucede.
Afuera acechaban, como monstruos dormidos,
los géiseres y los volcanes en la oscuridad.
Ya lo dije, era la época de las noches polares.
Se hacen eternas y no alcanzan los libros de la biblioteca.
Leían los clásicos, deteniéndose y deleitándose en cada palabra.
Sabían que estaban muy cerca del círculo polar ártico
y que quien cae en ese círculo rara vez puede salir..
Porque ese círculo temible conduce hasta el fondo de la tierra,
es decir, hacia un abismo misterioso y malvado.
Eso creían, al menos, en los tiempos del solsticio de invierno.
Conversaban durante horas y recordaban su adolescencia.
Se dormían tomados de la mano, para no tener miedo.
Aprendieron de a dos una lengua extranjera,
que al principio les resultaba impronunciable.
Aprendieron a pronunciarla lentamente,
con una disciplina inquebrantable.
Afuera el océano se agitaba oscuro, filoso como el acero de un puñal.
Pero en casa tenían leña de sobra,
textos inagotables y música apta para calmar a las fieras.
Y se tenían, en esa soledad a ciegas, a sí mismos,
dspuestos a no dejarse doblegar
por la inclemente adversidad del clima que les había tocado en suerte.
Se volvieron tan resistentes a la noche
que olvidaron que algún día empezaría a deshacerse la nieve.
Que también existían la aurora boreal
y el sol inclaudicable de los veranos árticos.
Sencillamente,
no estaban preparados para dejar la casa y enfrentar el mundo,
del mismo modo en que habían sabido refugiarse en ella.
Y dar batalla al dolor.
Cuando la luz se filtró por las ventanas blindadas,
no supieron qué hacer.
No supieron qué hacer con la felicidad.
Se miraron desconsolados y ateridos,
porque el frío (aunque ya no hacía frío)
era una parte inexorable de sus huesos.
Rápidamente rescataron el revólver del estante más alto del armario.
Habían leído en alguna parte, sin prestar atención,
que en Islandia los suicidas suelen elegir la primavera.
Y cada uno de los dos, antes de gatillar, supo por qué.
Has escogido unos versos muy bonitos porque son muy definitorios. Creo que también lo es el poema de los suicidas. Es muy bonito, es cierto, porque tiene las cosas que me hacen cercana la poesía de Mariel: ese tono nostálgico por la pérdida de algo, de una persona, de una época, de una nostalgia misma. Esa cosa que te rompe un poquito por dentro pero que te vivifica, porque para mi, a pesar de los suicidas, su poesía apuesta claramente por la vida. Pero por la vida digna, que la otra no es vida aunque la consideren. Esa es la historia de los suicidas sensibles: caer en el pozo y dejarse ir. Un gran abrazo, querida amiga.
ResponderEliminarSolo puedo decir que no esperaba menos de ti.
ResponderEliminarGracias por tu lúcida visión.
Estupendoooo
ResponderEliminar"Los seres son estrellas que la iluminan: las flores, los minerales, las bestias, los niños y los artistas. Las pasiones son estrellas que la sostienen: los amores de personas queridas y las batallas (y sus instrumentos para afrontarlas)".
Ya no queda mucho más que decir, lo dices todo.
Bicos
Hola amiga me encanto pasar por tu casa y lee tu entrada , muy interesante el post , y me quedo con estas hermosas palabras .Los seres son estrellas que iluminan.....
ResponderEliminarUn abrazo de MA y gracias por tu visita y comentario nos seguimos visitando y leyendo
A estos dos personajes atenazados por el miedo , el dolor y el susto les entregaría las extravagantes mariposas de "Laura en Naxos" con una invitación- vais a salir del laberinto-
ResponderEliminarIsabel- Mariel siempre profundas pero esta vez os digo no quiero... no quiero... no quiero... que no quiero verme mas en el abismo, y como dice mi querido paisano, quiero verme en el viento...quiero verme en el viento...
Os quiero
¡Qué escalofrío al terminar de leer el poema!
ResponderEliminarMuy hermoso, muy hermoso.
¡Gracias por acercarnos a Mariel!
¡Un besazo!
Ramón, este poema me encantó. No se acoge a ningún elemento efectista especial. No chilla. No combate. No ensalza. No denuncia.
ResponderEliminarSólo narra una historia y lo hace maravillosamente bien.
Con los versos sueltos de Mariel tuve mis problemas, porque eran muchos los seleccionados. Tuve que decantarme para no saturar la lectura de la entrada. Me alegro que el resultado haya resultado armonioso.
Un fuerte abrazo y gracias por tus palabras.
María Jesús, me quedé sin habla. Agacho mi cabeza para esconder el sonrojo.
ResponderEliminarBicos.
Esta semana he visitado varios blog dedicados a la vida y obra de Mariel Manrique. Ha sido una oportunidad única, rara vez se puede seguir en tan pocos días tantos aspectos de un escritor y sobre todo cómo la han mostrado las distintas miradas. Tu entrada ha sido tal vez la más humana y cercana, y su poema narrado muy, muy acertado. El domingo no sabía que Mariel existía, hoy me parece que fuimos juntas al colegio y desde entonces no nos hemos separado. Mariel forma ahora parte de mi vida, y es gracias a vuestro magnífico trabajo.
ResponderEliminarHa sido un verdadero placer leerte y esta turné "Manriqueña".
Esta iniciativa ha sido todo un éxito, espero que se repita en febrero.
Un abrazo.
Dilaida, eres un encanto.
ResponderEliminarYa quisiera, ya quisiera haberlo dicho todo, porque el libro da para mucho más.
También quisiera tener esa ventaja de la doble lengua, que la gozáis María Jesús y tú.
Esa traducción tuya al galego, tan y tan hermosa. He vuelto varias veces para leer el poema de la menor en voz alta. Qué bien suena en tu lengua, esa lengua que algún zoquete pretende cargarse.
Bicos.
MA, gracias por venir a leer las palabras de un pajarito de China. Te aseguro que su verbo y su fuerza merecen la pena.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mi queridísima Laura, no nos vamos a ningún abismo. Nos vamos al viento conjurando los abismos, nos vamos a las estrellas por los caminos de la afirmación de la vida.
ResponderEliminarLa mirada de quien escribe observa todo y devuelve todo: luz y sombra.
Para terminar, decirte que mientras te respondo me viene a la memoria una película fantástica: "El marido de la peluquera". Es triste si se la quiere calificar de tal (que yo no me atervería), pero bellísima, como este poema de Mariel.
Porque, al final, lo que seduce es la belleza.
Un grandísimo abrazo consolador.
P.D.- Prometo traerte algo alegre próximamente.
Zoe, mi cebrita, qué sensibilidad la tuya.
ResponderEliminarSabía que te gustaría.
Millones de besos y disfruta.
"Carpe diem".
Mercedes, te aseguro que tus palabras me han inyectado un subidón de ánimo.
ResponderEliminarEs tan hermoso lo que dices. Si es cierto que de no conocer a Mariel Manrique has pasado a llevarla en tu corazón, esta iniciativa de María Jesús es todo un éxito. A tu salud, querida galleguiña.
Te recuerdo que entre mañana noche y el sábado, Susana saca la última entrada de esta semana manriqueña.
Gracias en mi nombre y en el de todos los compañeros que han participado en esta aventura.
Eres un auténtico cielo.
"...Cuando la luz se filtró por las ventanas blindadas,
ResponderEliminarno supieron qué hacer.
No supieron qué hacer con la felicidad..." El dolor había calado hasta sus huesos. Cuánto dolor es este dolor y que bien escrito, que belleza tan sutil y profunda.
Ha sido un placer conocer tu blog y gracias por darme a conocer a Mariel Manrique.
Un abrazo
Tati
Isabel, el poema que escogiste para tu casita me encantó cuando lo leí. Tiene tanta fuerza... Puede capturarnos en décimas de segundo y arrancarnos de donde estemos.
ResponderEliminarPero destaco aquí tu introducción, tan delicada, tan sensible...
Dices: "Mariel Manrique alza su espada defensora (“Elegí la palabra como elige la espada un samurai”), y triunfa en la batalla. Vence. Mariel vence y nos convence con su verbo." Y te aplico esos mismos términos, querida Isabel. La fuerza de tu palabra elegida como arma para alcanzar esos terrenos poéticos tan cuidados, tan minuciosos. Gracias por tu encantadora entrada. La he disfrutado mucho.
Un abrazo.
Isabel desconocía a esta escritora, me parece fantástico como escribe, un beso.
ResponderEliminarBello, aunque envuelto en tristeza, este poema. Voy a recibir próximamente el libro de Mariel. Ardo en deseos de tenerlo porque, además de que por sí mismo lo debe merecer por lo que he leído hasta ahora, vuestros comentarios lo realzan. La "Semana de..." nos ha traído algo que vale la pena.. Saludos.
ResponderEliminarEscalofriante el último párrafo.
ResponderEliminarEs un placer leer a Mariel.
Buena iniciativa
Un abrazo
Qué vertigo más maravilloso.
ResponderEliminarSalud y desasosiego, si se escribe así.
Quisque
Estoy de esa Mariela hasta el moño. Y ella debe estarlo de vosotros, porque no comenta nada.
ResponderEliminarTati, viajera lenta de nombre y rápida en sensibilidad, me agrada mucho que te haya llegado ese poema de Mariel. Es realmente precioso.
ResponderEliminarGracias por el resto de tu texto. Vuelve cuando quieras. Aquí tienes tu casa. Un abrazo.
Queridísima Susana, muchísimas gracias por ese comentario tan requetebonito, en mi nombre y en el de Mariel.
ResponderEliminarEres un cielo.
Geni, de eso se trata, de dar a conocer en España a Mariel Manrique. Ella es argentina.
ResponderEliminarPetonets.
ARO, cómo me alegro que vayas a tener esta constelación. Así, podrás recrearte y sacar conclusiones por ti mismo, que las sacarás. Tu sensibilidad es muy acusada y rápida en discernir.
ResponderEliminarUn grandísimo abrazo, amigo de los quejigos.
Mariel es una es una escritora formidable, a la que sigo siempre después que conocí su blog. Me gustaría leer su libro.
ResponderEliminarPrecioso y generoso que la hayáis puesto en vuestro programa.
Un beso grande
Kety, es como tú dices: escalofriante. Por eso ponía más arriba algo referente a la película "El marido de la peluquera".
ResponderEliminarEste poema de Mariel me trae a la mente esa peli.
Besos.
Quisque querido, no te me desasosiegues y deja esas faenas para Fernando Pessoa.
ResponderEliminarSi es necesario cambio el color del blog y lo pongo en azul para tu tranquilidad.
Grandísimos besos envidiosos de ese día 1 de febrero en Barcelona, con ese ser tan noble al que tanto queremos. (Envidia sana.... Brrrr... Qué suerte).
Anónimo, por un momento pensé en suprimirte de aquí, pero no lo voy a hacer. En este blog no existe la censura y se admiten opiniones discordantes. Las dejaré siempre que no sean especialmente vulgares o demasiado groseras.
ResponderEliminarAnte tus palabras, prefiero callar. Sólo te indicaré que el horario de Argentina es diferente al nuestro.
Virgi, gracias por llegar a esta casa, que te acoge con cariño al venir de la mano de nuestra homenajeada.
ResponderEliminarSu libro supongo que puede adquirirse en su página: Pájaro de China. Pica en el enlace que allí tiene Mariel, a ver si así lo consigues.
Un abrazo fuerte y encantada de conocerte.
Lindo de veras...!
ResponderEliminarEnorme el abrazo que te mando, estimada amiga. Feliz fin de semana y besos.
Pero justo ahora que me voy unos días a la montaña me quedo con la urgencia de tener el libro! Ustedes no hacen más que entusiasmarme!
ResponderEliminarQuerido Cornelivs, sé que tu abrazo es enorme, como lo es tu humanidad sin cortapisas.
ResponderEliminarOtro brazo gigantesco y ya sabes: mañana, día 30, reproduciré el "Manifiesto por la solidaridad". Lo haré a última hora, pues primero hemos de concluir la semana de Mariel Manrique.
Dulce y encantadora Nina, disfruta de esa montaña con tu precioso príncipe, que nada hay más urgente para ti que él.
ResponderEliminarA la vuelta, ya satisfarás esa urgencia maravillosa.
Millones de besos y de deseos de que lo paséis muy bien.
Hay relatos que te hacen trizas..., por la exactitud con la que se siente su narración; cae en el alma como una proposición incestuosa, entre la vida y la muerte, y una ya no sabe qué es mejor: si vivir o descifrar el sentido de la vida.
ResponderEliminarYa sabes..., cosas mías.
Me ha encantado, lo sabes.
Un abrazo muy fuerte.
Siempre vivir, querida Begoña, siempre. Y aunque sé que hay muchos a quienes no les gusta la palabra "siempre", la uso porque me parece que es la única que expresa lo que quiero.
ResponderEliminarSi estuviera por aquí Mariel, te contestaría igual. Ella se aferró a un telescopio como si fuera un crucifijo.
Tú te aferras a tu música, a tus poemas. Ellos te salvan, ellos te elevan. También viven en ti aquellos a quienes recuerdas con tanta emoción. Forman parte de ti y te infunden su aliento.
Un grandísimo y tierno abrazo. Y te entiendo, claro que te entiendo y, también, te quiero mucho.
Isabel, me ha parecido muy bonita y cercana tu homenaje, con calor.
ResponderEliminarNo dispongo de mucho tiempo últimamente pero me he paseado por los distintos blog en los que se comenta la obra de Mariel y sólo puedo decir una cosa. ¡Me quito el sombrero!
Un fuerte abrazo.
El fumador (desde la casa de Gatsby)
Mi querida Isabel, tus palabras son conmovedoras. Leyéndote vuelvo a leerme y a descubrirme en tus palabras. Si al escribir uno entra en comunión con el otro y el otro completa la escritura, hemos trazado un círculo que nos ilumina y nos sostiene y la escritura sí que valió la pena (y la alegría).
ResponderEliminarTe agradezco enormemente que te hayas sumergido en mí para completarme, con esa sensibilidad que es la sensibilidad-Isabel, inmediatamente reconocible y balsámica.
Esta semana es una caricia en el alma para mí.
Querido anónimo: sí, hay una importante diferencia horaria. ¿Usás moño? ¡Genial! Cualquier accesorio es preferible a una corbata.
Un abrazo inmenso, Isabel.
Conmovedor encuentro de la trascendencia de la propia vida, en la vida resto de criaturas.
ResponderEliminarMe gusto mucho tu post sobre Mariel., el poema me deja sin respiración.Me quedo con la frase de " no supieron que hacer con la felicidad" Un abrazo
ResponderEliminarPreciosa iniciativa,magnifico poema descriptivo.....Qué bonico entrar a leer y escuchar las palabras de otros en un espacio abierto con ventanas de expresión tan buenas....
ResponderEliminarFelicidades Isabel tienes unos amigos maravillosos...
Besicos.
Fumador, gracias por pasarte a leer a Mariel, que sé que vas muy liado.
ResponderEliminarYa sabes que el corazón me puede. Tal vez es que voy a padecer del corazón -podría elucubrar Quisque-. Disfruta en esa elegante casa y, si te apetece leer el libro de Mariel, te lo dejo, pero en viaje de ida y vuelta.
Un grandísimo abrazo.
Pajarito, Mariel querida, tu escritura siempre vale la alegría. Incluso cuando llega desde las más escondidas tristezas, se alza feliz y vuela libre, como un magnífico pájaro de China.
ResponderEliminarBravo por lo de la corbata y viva el ingenio.
Un grandísimo abrazo, Mariel.
Gaia, criatura, gracias por tus ojos niños y tu asombro trascendente.
ResponderEliminarLembranza, la pena es que existen muchas personas que "no saben qué hacer con la felicidad", que nada les basta, que nada les consuela, que están por encima de todo, que se alzan sobre todos.
ResponderEliminarSiempre preferiremos mezclarnos con las cosas y los seres de este mundo, como hace Mariel. Porque el mundo es de los adultos que aún son niños y disfrutan del asombro del encuentro con los otros y elevan a la categoría de dicha la sonrisa que otros les despliegan.
Un fuerte abrazo.
Sí que son maravillos, Cabopá, un auténtico lujo, como tú.
ResponderEliminarIsabel, a mi también me gustó mucho el poema narrado o la narración poética que has escogido. Los últimos versos, el final, es magistral.
ResponderEliminar¡Salud Isabel! y como dice Ramon, tenemos que estar orgullosos de cómo ha salido esto.
Mariano, por fin de vuelta. Me alegro de verte. Sé que te gustó, amigo.
ResponderEliminarAhora que lo pienso, ¿cómo no te iba a gustar el poema de Mariel? Tal vez debiste cogerlo tú, porque a Larra le iba como anillo al dedo. El suicidio... Ay, Mariano José, ahí estuvimos torpes. No volverá a ocurrir.
Sí que ha salido bonito. Alzo mi copa y brindo contigo, mi querido romántico "siemprevivo" (¿no existen unas plantas siemprevivas? Pues cambiamos de género y en paz).
¡Salud, gran Larra!
Que gran persona eres Isabel.
ResponderEliminarGenial entrada y el poema...bueno no tengo palabras.
Un abrazo
Ya sé quién es mi ángel custodio, pero cómo he podido tener este despiste. Pero si ley su entrada de Mariel Manrique, un trabajo fuera de seri, y le di las gracias, no asocié su nombre con el blog. Perdona, te aseguro que no se me volverá a olvidar.
ResponderEliminarNos vemos.
Maravilloso descubrimiento de la obra de Mariel. Muy acertado tu comentario, te felicito.
ResponderEliminarEs apasionante, todo lo que me trasmitís. Apenas tengo estudios.Solo hasta segundo de bachiller.Deje de estudiar por capricho con quince años.Estoy totalmente arrepentida...
Para mí,es como haber descubierto un gran tesoro.Vuestros blogs, con tantos conocimientos, con tanta sensibilidad,tienen el poder de obrar maravillas dentro de mí.
Gracias por todo.
Un beso
Madi, tú sí que eres maja. Y entrañable.
ResponderEliminarMuchísimos besos.
Mercedes, no te preocupes. Todos nos despistamos en muchas ocasiones. No somos ángeles.
ResponderEliminarSólo los ángeles extienden sus alas, nos cobijan a su sombra y guardan nuestros nombres con mimo exquisito.
Maripaz, eres un cielo de persona. No habrás estudiado mucho, pero sensibilidad, simpatía y empatía tienes para poner un hipermercado. Cualidades que ya quisieran para sí muchos releídos y pasados de tinta y de vanidad.
ResponderEliminarTe estimo muchísimo y me importa tu opinión, porque de nada sirven títulos si el alma es mezquina y ruín. La tuya es hermosa y refulge como un diamante.
Un grandísimo abrazo de amiga.