Pasan los días
y no cesa el asombro.
País en ruinas.
Un mini poema que recoge mi preocupación creciente.
En un mundo que tiende a la unificación de los afines, los que se consideran distintos claman su derecho a la independencia. ¿Tan diferentes son de nosotros? Yo viajo a lo largo de toda la franja mediterránea y observo los mismos paisajes, idéntica forma de alimentarse, igual alegría en la luz del cielo, parecidas costumbres en las relaciones con los otros… ¿Por qué siguen enrabietados tras tanto tiempo, tras tanta prosperidad cedida generosamente por sus hermanos? ¿O no nos consideran sus hermanos? ¿Acaso reniegan de la familia como los mal nacidos?
Aunque les pese a algunos y me tachen de lo que no soy, solo veo lo que nos une por encima de las diferencias. Mi talante es conciliador, no belicoso ni cabreado. El infantilismo que subyace en las posturas independentistas es, amén de pueril, suicida.
Y recuerdo aquello que decía mi padre: «Algunos prefieren ser cabeza de ratón antes que cola de león».
Veremos adónde nos llevan los días. Solo pido ecuanimidad y la necesaria sangre fría para no perder los nervios ante niños tercos, ante adolescentes airados que buscan aparecer como mártires.
Inhabilito los comentarios de forma consciente, que no pretendo una polémica enzarzada, solo expresar mi sentir. Es esta una entrada atípica en mi blog, lo sé; pero existen excepciones a la regla que un día me impuse, la de no meterme en temas de política. Me pide el cuerpo esta entrada. No temo a los que ya me han anatematizado a estas alturas del texto. A diferencia de ellos, que sueltan arenga tras arenga día tras día, yo hablo una sola vez, la presente.
No sé si vamos a una nueva Aljubarrota. Qué lastima si así fuera. Una península perfecta nuevamente dividida, qué dolor.
No sé si vamos a una nueva Aljubarrota. Qué lastima si así fuera. Una península perfecta nuevamente dividida, qué dolor.