martes, 24 de enero de 2017

LO OCULTO Y LO PÚBLICO


Cita Rosa Montero en su libro La loca de la casa una frase de los hermanos Goncourt (no sé si será de los dos al unísono, con aquella manera tan fraterna que tenían de escribir, de uno de ellos y, en ese caso, de cuál): «La literatura es una facilidad innata y una dificultad adquirida». Cuántas vueltas pueden dársele a esta frase, cuántas, como vueltas y revueltas le doy a cualquier texto que sale de mis manos, no conformándome con lo que brota de forma espontánea, revisando, repasando, cambiando perspectivas… Cuando la criatura sale al mundo, el mundo no sabe la cantidad de horas que ha estado acicalándose para presentar un buen aspecto, a ser posible un aspecto magnífico. 

Lo que también el mundo ignora es que la manía de los autores en cacarear sus pequeños logros no es más que un faro en medio del mar bravío, pues este hermoso oficio de escribir se desarrolla en absoluta soledad, con las dudas acechando de continuo en cualquier esquina de la página escrita o en blanco. Entiendo que no hay que ponerse pesado, pero no renuncio a dejar huella de las cosas buenas que me ocurren, que es toda una vida escribiendo y, ahora, desde hace unos pocos años, escribiendo y luchando por sacar a la luz pública mis obras. Desde fuera, todo puede parecer idílico, pero os aseguro que, aun cuando escribir sea para mí la actividad más placentera, no lo es tanto toda la fase promocional o la de búsqueda de acomodo digno para un texto. Incluso resulta exasperante. Por tanto, que nadie me tilde con calificativos que no se me ajustan. Si no sabe mirarme como quien soy, qué le vamos a hacer. Ni yo le convengo a esa persona ni esa persona me conviene a mí. O, dicho de otro modo, no existe vanidad. Por continuar con Rosa Montero y su libro mencionado, La loca de la casa, «la vanidad del escritor no es en realidad sino un vertiginoso agujero de inseguridad», porque «escribir es flotar en el vacío».

Dicho lo anterior, quiero contaros a las buenas almas que hasta este Cobijo os acercáis que el acto que tuve la semana pasada con el Club de lectura del Real Casino de Murcia ha sido uno de los más enriquecedores en los que he estado. Me sentí muy cómoda, arropada por un grupo de personas comunicativas y atentas, que tienen arraigada la costumbre de leer. Fue un diálogo estimulante, magníficamente moderado por Consuelo Mengual. Todos quedamos contentos y a mí me queda un recuerdo imborrable, de esos que producen una sonrisa al evocarlos. Dejo a continuación algunas fotos del mismo (no están bien por ojos rojos y otros fallos, pero sirven a efectos de recuerdo).








Vendrán nuevos actos (ya tengo fijado uno para el mes que viene) y dejaré constancia de ellos. Estoy en estos recuerdos, lo mismo que en mis libros. O quizá más en mis libros, porque apenas reconozco a esa señora que está empezando a ponerse demasiado rellenita (está claro que los años no pasan en balde y hay que dejarse de estúpidas presunciones). 
Pues lo dicho: que yo escribo y quien quiera saber de mí que me busque en mis letras, mi paisaje diario, mi pasión continua.

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