jueves, 31 de octubre de 2013

DE ANIVERSARIOS Y EXCENTRICIDADES VARIAS


Ahora que parece que ha remitido el peligro visual al que estaba expuesta si no me comportaba con una cierta prudencia, regreso de nuevo al ordenador con un buen cargamento de noticias y nostalgias, que en estos días de todo ha habido, incluso actitudes extrañísimas en esta que escribe, pues hasta le ha dado por componer poemas en los que contabiliza sílabas, ¡lo nunca visto! Tal vez se deba que, a falta de un sentido, se agudizan los restantes, y, tocada la vista, el oído tomó el mando. O tal vez a que la edad afecta seriamente a las neuronas o cambia hábitos, que muy sabio fue quien dijo aquello de «No digas nunca: “de este agua no beberé”». Por tanto, más vale mantenerse callada y abierta a todos los vientos del vivir que se introduzcan por las rendijas de este ser que se propugna mío y al que a mí me cuesta reconocer como propio. Ya se sabe que me llevo muy mal con los espejos desde siempre, así que cuánto más ahora, con el devenir del feo tiempo, que nunca se para y hace con nosotros lo que bien le parece.


     En estas fechas, estoy de aniversarios diversos. Se cumple por estos días un año de la aparición de mi libro de relatos Linaje oscuro. El balance es bueno en general: ha tenido una magnífica acogida y crítica, me he permitido conocer a muchas personas interesantes en sus presentaciones y me ha proporcionado grandes satisfacciones a muy distintos niveles, como la presentación al premio Setenil a instancias de mi editor (donde no hubo suerte) y su difusión al otro lado del Atlántico, en Miami y otras ciudades de Florida, así como a través de una importante cadena de librerías americanas.






     También se ha cumplido un año de la aparición digital en Amazon de mis libros de juventud: La historia de los mil nombres, novela corta que indaga en la indecisión amorosa y en las contradicciones del enamoramiento, y Lunas de ausencia, un libro de poemas intimistas de temática amorosa. Su acogida ha sido relativamente modesta, no sé si porque son libros que no gustan, porque no ando todo el día promocionando (me cuesta mucho, por carácter, venderme continuamente) o porque mis lectores no son los de Amazon. En cualquier caso, sí he comprobado que esa plataforma virtual es una auténtica selva. Con todo, el balance es positivo, ya que han llegado a un número considerable de lectores, más que si se hubieran quedado en el cajón, y aún, a día de hoy, se siguen produciendo descargas.


     Más suerte ha tenido en Amazon la novela Aroma de vainilla, que, desde mitad de marzo conquista a todo aquel que se decide a leerla y de la que hacen magníficos comentarios que me llenan de alegría. Es una novela en la que opté por el imperio de la imaginación y en la que narré hechos y más hechos, sin demasiadas digresiones, con unos personajes que conquistan el cariño de quienes deciden introducirse entre sus páginas. No es ningún bestseller digital amazonero, ni falta que le hace, que está escrita con primor y no transige con lo fácil. Incluso, tiene otro inconveniente añadido a la falta de insistencia continua por mi parte y es el del precio, que en aquella plataforma es de escándalo para un libro que no sea de editorial: 4,38 € con IVA incluido. Pero yo adopté un criterio con respecto a esto de publicar en Amazon: un céntimo por folio o, mejor dicho, Din-A 4, y redondeo a la baja. Luego, ellos le añaden los céntimos del IVA y comisiones. Menos mal que acorté la novela bastante, pues si llega a quedarse con sus seiscientas páginas iniciales... 






       Está claro que no me mueve el afán de hacerme rica con la literatura. Nunca lo he pretendido, aunque tampoco arrastro mis obras a unos céntimos ridículos que acusan más que ensalzan. Pretendo, como casi todos los que escriben, ser leída y, si es posible, por personas inteligentes. Bien sabemos que en este país se lee poco. La falta de lectura es un mal endémico que nos afecta desde antiguo. Ya lo decía Mariano José de Larra: «Escribir en España es llorar».

Otro aniversario que llegará en breve, el 9 de noviembre, será el de este Cobijo. Cuatro años cumplirá la criatura. Aquí seguimos ambos, unas veces mejor y otras peor, pero siempre cómplices y hermanados, como los matrimonios bien avenidos.



Por último, no me despido sin indicar dos buenas nuevas para mí:

Primera.- En breve, un relato mío sale en un libro editado por La Esfera Cultural: ¿Vacaciones?, si yo te contara... Un libro antológico de relatos donde tendré el placer de compartir páginas con un buen número de amigos.
Segunda.- Ayer tuve el honor de participar con tres microrrelatos en un programa de radio dirigido por Mirentxu Asteinza y titulado Letras en audio, difundido a través de «El mundo en voz», en Rosario, Argentina. También comparto espacio radiofónico con buenos amigos, una suerte. Aquí os dejo el enlace, por si a alguien le interesa escucharlo. Es el programa número 8, emitido el 30 de octubre de 2013.

¡Buenos días de fiesta para todos y que triunfe el Tenorio antes que esas tonterías de calabazas importadas!

miércoles, 16 de octubre de 2013

ENRIQUE VILA-MATAS


Cada vez me aficiono más a la finísima ironía de Enrique Vila-Matas, a sus citas, opiniones y diarios. Desde hace unos años, casi siempre tengo entre las manos algún libro del autor barcelonés. Sobre todo porque me divierto mucho, muchísimo, con su pluma inteligente. Sé que tiene una legión de fieles —entre los que no me importa incluirme de manera entusiasta—, así como un reducto de personas que no lo soportan, ya que les desagrada que hable de sí mismo. Pero, para mí, es una auténtica virtud la órbita del conocimiento propio en el que incide, pues es bien difícil escribir libros y libros sobre la propia vida, una vida que se desarrolla en el territorio libre de la literatura, donde se inventa, se esconde, se aproxima a sus afines, nos confía sus impresiones de lector, nos seduce en suma a quienes los libros nos parecen las calles y las plazas más idóneas para el desarrollo de nuestra cotidianidad.
Nadie puede negar que este autor ama a la literatura por encima de todo. Por ello, me parece loable que la convierta en la protagonista exclusiva de su obra, en el territorio y en el tiempo de sus excursiones por las letras. La sustancia literaria es la columna vertebral de estos libros suyos que tanto me seducen, como Dietario voluble, que acabo de terminar o los anteriores que leí con fruición hace poco: Perder teorías y El mal de Montano
Enrique Vila-Matas es muy serio en su falta de seriedad aparente. La prueba es cuando confiesa que «en realidad tener que transmitir algo a la posteridad es un problema, un grandísimo problema y un coñazo». No pretende seducir a cualquiera, sino desarrollar su vida en los lugares a los que lo ha llevado su enfermedad por la literatura, esta enfermedad que apresa a tantos y que nos lleva a ser otros. «Escribir es hacerse pasar por otro» indica en El mal de Montano. Pero no se engaña e ironiza contra un mal endémico en nuestros días: «todo el mundo, exactamente todo el mundo, se siente capaz de escribir una novela sin haber aprendido nunca ni siquiera los instrumentos más rudimentarios del oficio, y sucede también que el vertiginosos aumento de estos escribientes ha terminado por perjudicar gravemente a los lectores, sumidos hoy en día en una notable confusión. Sabe que «los españoles son de esa clase de gente que se cree que por repetir una y otra vez la misma cosa al final acaba siendo verdad». Porque no desconoce al auténtico escritor y experimenta en carne propia que «quien escribe con sentido del riesgo anda sobre un hilo y además de andar sobre él tiene que tejerse un hilo propio bajo sus pies». Es lúcido como pocos: «puedo decir tranquilamente que, entre la vida y los libros, me quedo con estos, que me ayudan a entenderla. La literatura me ha permitido siempre comprender la vida. Pero precisamente por eso me deja fuera de ella». Se conoce muy bien y no ignora lo que quiere: «fui construyéndome un estilo literario inconformista y excéntrico: un estilo vanguardista al principio y que con el tiempo se ha ido serenando. Un estilo contra el tedio familiar, el de la casa de mis padres, pero también contra el tedio aplastante del país en el que me había tocado nacer. Un estilo a la contra y un intento siempre de decir cosas distintas, con humor a ser posible, para romper con la falta de ironía del monólogo anticuado y único del patriarca». Y mantiene su nave bien sujeta, técnico en aguante y perito en soportar las tormentas exteriores: «Y continuar. No he hecho nada más en la vida que continuar. Terminaba un libro y empezaba otro, siempre continuando. Perderlo todo menos la soledad. Y tener aplomo y dignidad y no llorar, justificarme ante la muerte con una obra bien hecha».
Cómo no sentirme hermanada en pensamiento con un ser que indica que «sin la literatura, la vida no tiene sentido», un ser que no se engaña ni considera que su apetencia sea la más recomendable, pues muy bien ha experimentado la paradoja de la literatura: «Precisamente porque la literatura nos permite comprender la vida, nos deja fuera de ella». Me siento reflejada cuando indica: «Busco el recogimiento, porque suele ser más interesante la literatura que la vida. No sé si es paradójico, pero me gusta muchísimo la vida porque, digan lo que digan, se parece a una gran novela».
Creo que ha quedado clara mi admiración por Enrique Vila-Matas y sé que él se sonreiría con un escrito como el presente, por eso del «lujo de las citas, de las líneas ajenas que incluimos en nuestros propios textos» y porque «escribimos siempre después de otros». Como señala en Perder teorías: «La literatura es la creación más valiosa de la humanidad en su intento por entenderse a sí misma».
Con él y con Pierre Michon refrendo que «me niego a convertir el milagro en profesión, el talento en carrera literaria. La literatura no es un oficio, es una enfermedad; uno no escribe para ganar dinero o caer bien a la gente, sino porque intenta curarse, porque está infectado, porque lo ha ganado la tristeza». 
Gracias, maestro.

jueves, 3 de octubre de 2013

VIVO EN UN PAÍS EXTRAÑO


Vivo en un país extraño,
donde el político despoja al pueblo
que lo nutre y aúpa
sin signos de vergüenza,
Los tiempos han cambiado
y ya no es decente cumplir la palabra
ni portar estandartes
que no sean los propios
del particular egoísmo
y el negocio perpetuo.
El poder es una carrera
para mentes pragmáticas
y personas flexibles,
que los valores no acumulan fortunas
ni engrosan currículums.
La influencia es propicia
para cualquier ambición;
sin ella, nadie levanta cabeza
o consigue un pasaje hacia la efímera gloria.

Vivo en un país extraño,
lo denuncio a gritos,
aunque de nada me sirvan
la rabia y la pluma,
la voz y el acento,
la humildad y la honra,
que ahora no cotizan
los vocablos éticos.

Vivo en un país extraño
y, más que vivir, malvivo
por culpa de tanto insolente
que me ha robado el futuro
y la dulce esperanza para toda mi estirpe.


Nota.- Este poema lo recité el pasado 28 de septiembre en el encuentro "Cien mil poetas para el cambio" que se celebró en Murcia, en el Museo de la Ciudad.