viernes, 13 de abril de 2018

UNA TARDÍA

Esta mañana me he despertado evocadora. Un trozo de mi infancia ha desfilado en mi sueño, aquel en que cogía un cuaderno, un bolígrafo y me ponía a la gratificante tarea de contarme alguna historia. Después, un halo de niebla ha empañado la visión y, enseguida, calles de un gris ceniciento me conducían a lugares sombríos a los que no deseaba acceder. Dentro, todo era un barullo. Una voz chillona me señalaba como la responsable de los asuntos legales. Me angustié, no obstante dominar la materia sobre la que debía responder. De nuevo me veía inmersa en una realidad no deseada. ¿No había acabado para siempre esa etapa de mi vida? ¿Por qué el tiempo había retrocedido?
Agitada, he comprendido que me hallaba en un sueño y desperté.
Muy rápida, pongo los pies en suelo, para que no vuelvan las imágenes que me alteran. Mientras voy al cuarto de baño, pienso que últimamente tengo unos sueños que me llenan de trajines las noches. Vienen a ellos seres que hace muchísimo tiempo que no veo, algunos muertos ya, y me observo a mí rejuvenecida físicamente, pero muy apesadumbrada por la carga de llevar sobre mis hombros un destino que no me gusta.
Ya en la cocina, mientras me preparo el desayuno, soy consciente una vez más de la suerte inmensa que he tenido. Haber dado un giro absoluto a una vida que no me complacía desde un punto de vista profundo ha sido una gracia absoluta, un indulto por el que me siento como si hubiera estrenado la vida hace tan solo unos años.
Ante la pregunta de si soy o no una escritora tardía, que en ocasiones me hacen, no sé muy bien qué responder. Si por tardía entiendo el hecho de haber empezado a publicar una vez cumplidos los cincuenta, es cierto que soy tardía. Pero si echo la vista atrás y me veo robando horas al sueño para escribir unas palabras, sé que no tengo nada de tardía, que esta historia empezó hace muchísimos años, siendo apenas una adolescente.
Al principio, joven como era, asistía a tertulias literarias en mi ciudad, publicaba en revistas poemas y no me perdía acto que tuviera que ver con la literatura. Empecé a conocer gente y empezaron a conocerme.
Después, una vez concluida la carrera, la vida y sus rigores se impusieron. Traslados a otras ciudades, desconocimiento del ambiente literario en ellas, exceso de ocupaciones que se unían al esfuerzo evidente de arraigar en otros escenarios. Solo de vez en cuando podía permitirme el lujo de la escritura. Y jamás pensé en sacar adelante lo escrito, porque ¿a quién conocía yo?, ¿a quién me dirigía? 
En una ocasión, tuve suerte, cuando conseguí una prestigiosa Hucha de Plata en el concurso de la Confederación Española de Cajas de Ahorro: en uno de mis frecuentes viajes de Toledo a Madrid por motivos de trabajo, me llevé un sobre que albergaba un cuento que presenté en mano en la calle Alcalá. Y fue premiado y asistí a un acto de entrega del que tengo vívida memoria.
Llegó el después de esa isla. Intenté salir al público sin conseguirlo. Mi poco nombre y mi escaso tiempo me convertían la tarea en sumamente escarpada. Así que opté por escribir por el solo placer de hacerlo, para mí, al margen de reconocimientos. Incluso tuve épocas en que me propuse ser normal y no escribir, como ocurría con la mayoría de las personas que me rodeaban. Pero la cabra tira al monte y yo ya estaba mortalmente enferma de literatura, no había sanación posible. Si no escribía, aunque fuera de forma desordenada y a trancas y barrancas, me mustiaba y la tristeza me invadía, con lo que no me aguantaba ni yo, y a mí me gusta estar alegre.
Me resigné a mi vida profesional externa, bastante brillante si he de calificarla ahora con el paso de los años, porque soy bastante responsable y me gusta hacer las cosas bien; pero por dentro discurría un río silencioso que cada vez me exigía más y yo tenía menos tiempo para alimentarlo.
Por hechos que no vienen al caso, llegó mi liberación. Desde entonces, desde febrero de 2010, me dedico en cuerpo y alma a lo que siempre he amado. Poco después, en 2011 sentí la necesidad de publicar y me embarqué en la aventura de buscar dónde. Pero esa ya es otra historia (y nada fácil, por cierto).
Tras todo lo plasmado, sé que me comprenderéis cuando no sepa discernir si soy autora temprana, mediana o tardía. Depende desde qué prisma se mire.

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El próximo lunes 16 de abril, a las 17,30 horas, estaré con Mujeres de otoño en la Asociación de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios de Cartagena, C/Mayor, 27, 2º. Quien le pille cerca y le apetezca puede acercarse.




15 comentarios:

  1. No sabes cómo me he visto reflejada en tu historia. Yo también escribo desde que tengo recuerdos, he sido autodidacta hasta que, hace unos pocos años, decidí dejar el trabajo en mi empresa. Entendí que ya era hora de dedicar mi tiempo a disfrutar de todo lo que no había podido hacer por falta de él. Entonces empecé a asistir a talleres literarios, a cursos de escritura, lectura, inglés... a todos los que me apetecen. También comencé mi andadura en este mundo virtual con Pueblo poeta, a formar parte de la Asociación de Mujeres Creativas Rosa Montero...
    Así estoy ahora, que a duras penas saco tiempo para atender mis blogs y para visitar los vuestros, pero feliz de poder dedicarme a lo que me satisface y me motiva.
    ¡Somos unas privilegiadas, Isabel!
    Que pases un bonito fin de semana.
    Besitos.

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    1. Dedicarse a lo que a una le apasiona es una auténtica bendición, como bien sabes, Belén. Tenemos menos dinero, sí, pero ganamos otras cosas imposibles de evaluar económicamente.
      ¡Me encanta tu entusiasmo! Se te nota feliz y eso es lo que cuenta. No dejes que nada ni nadie te quite tu ilusión.
      Un beso enorme.

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  2. Hola Isabel me ha gustado conocerte un poco más y felicitarte por haber sido capaz de hacer aquello que tanto deseabas.

    Me he sentido identificada con esa necesidad de escribir, qué bueno es poder escribir, aunque tienes razón que la falta de tiempo cuando se combina con un trabajo deja poco espacio para las letras.
    ¿Escritora tardía? Yo diría que eres escritora no importa si pronto o tarde, lo eres, disfrutas con ello y puedes publicar, así que muchas felicidades.
    Un abrazo enorme

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    1. Hola, Conxita. Cuesta mucho conseguir los sueños, te lo aseguro. En mi caso, fue por puro accidente, porque yo soy terriblemente responsable y jamás me hubiera perdonado abandonar un trabajo por decisión propia. La crisis me quitó dinero, pero me dio la libertad.
      Efectivamente, lo que importa es escribir. Los calificativos son accesorios. Y si se quiere escribir, siempre se encuentra algún hueco para hacerlo.
      Un grandísimo abrazo.

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  3. Soy un privilegiado con acceso a esa maravillosa novela "Mujeres de otoño". Lo primero que distingue a esta gran obra es algo que yo hecho de menos en la literatura, cine, pintura y artes en general, se sucede en unos ambientes erradicados en la España (a veces cañí), que tanto me gusta.
    Enhorabuena Isabel,
    Besos
    José De Benito

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    1. Me alegro que estés disfrutando con los relatos de «Mujeres de otoño». Alguno hay, sí, que recoge aquella España antigua y cañí.
      Gracias por tus palabras y por tu presencia, José.
      Un beso.

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  4. Me gustan estos itinerarios que haces. En cuanto a "escritora tardía", no lo creo, el germen estaba en ti. Me he quedado, al escribir estas dos palabras, pensando que son dignas de análisis por separado, pero lo que verdaderamente importa, en definitiva, es poder ver realizados los sueños y si, además, como tú, los puedes transmitir tan bien como lo haces, a disfrutarlo. Gran abrazo.

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    1. Hola, tocaya. El germen estaba, claro que sí. De hecho, mis dos primeras novelas están escritas a trancas y barrancas, cuando se podía, lo mismo que bastantes relatos y mucha poesía. Ha sido después, con tiempo, cuando he tenido tiempo para corregir y, sobre todo, para seguir escribiendo de una manera más continuada.
      Otro abrazo muy grande para ti.

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  5. Qué bueno que perseveraste, Isabel, los resultados están a la vista y yo he tenido la suerte de leer uno de ellos.
    Un aplauso por la elección de preferir las leyes de la palabra escrita y para mí no fue tardío, se dio cuando estabas preparada para ello.
    Hermosa reseña de tu vida literaria.
    Un fuerte abrazo.

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    1. La verdad es que me gustan más «las leyes de la palabra escrita» que las otras. Aunque no me repugnaban, he de reconocer que la escritura me apasiona.
      Miles de gracias por tus palabras y tu presencia, querida Mirella.
      Un gran abrazo.

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  6. Me alegro de tus éxitos y que sigas cosechando muchos más.

    Besos Isabel.

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  7. Alguien afirmó en un comentario que prefería (e instaba que lo demás a que lo hiciesen) a no escribir de uno de mismo, de cómo ha llegado a escribir afuera del blog y dentro de él. Sin embargo, encuentro que saber de los demás, preferentemente de aquellos y aquellas como tú que cuentan con un brillo especial, decir lo que son, cómo escriben y porqué lo hacen sin importar la premisa de la utilidad sino que somos felices y para eso hemos nacidos, entonces la vida se llena de significados.
    Aquí, en mi cuarto del ordenador, recibo de ti una gran lección.

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    1. Hola, Vicente. Eso de escribir sobre uno mismo es algo que, de principio, a mí me cuesta un poco. Me sale en algunas ocasiones, y lo hace de corrido, sin que medite demasiado, porque si medito me echo para atrás, me da vergüenza, cierto apuro. Esta entrada es una muestra de lo acabo de comentarte, una excepción a la regla.
      En cualquier caso, y con carácter general, opino que no se debe escribir sobre uno mismo en el ámbito de la ficción, aunque como lo hacemos desde nosotros, no podemos evitar reflejarnos de una forma u otra en nuestros escritos (temas, valores, posiciones vitales…). Otra cosa es el blog, que es un instrumento de manifestación personal según mi entender; en él, cabe de todo.
      Por último, muy interesante lo que planteas. No sabría definirme al respecto, porque existen maravillosos textos autobiográficos y otros deplorables que no lo son. No existe más varita mágica que el hechizo de la escritura, si esta nos envuelve y conmueve o no. Por otra parte, si escribimos sobre nosotros mismos, el mero hecho de la escritura ya nos aleja del texto, pues toda realidad se modifica al ser reflejada por escrito.
      Muchas gracias por tu presencia y por tus palabras.
      Un abrazo.

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